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viernes, 21 de diciembre de 2012

Capítulo 4

Me arreglé un poco, y observé como el maquillaje que iba aplicando en en mi rostro, eliminaba los restos de los llantos que habían albergado en mis ojos.
Me miré al espejo, y me vi como hacía mucho que no me veía, me había convertido, en una joven de dieciocho años, que ahora se encontraba sola, con la compañía de una amiga, mirando al espejo que me había acompañado en todos los momentos de mi vida, él que cuando había estado sola me había hecho comprender que el resto me podría entender, me había hecho entender, que el mundo me podría hacer feliz, y ahora, después de tanto tiempo me daba cuenta de que seguía igual que antes.
Decidí, no seguir mirándome porque sabía, que iba a acabar consumida por mis recuerdos.
Desenchufé mi iPhone y salí de mi casa asegurándome de que la puerta de mi casa quedaba totalmente cerrada y busqué la mirada de mi amiga.
Me costó trabajo hasta que la encontré, pero cuando lo hice, su mirada me tranquilizó, era una mirada llena de cariño, confianza y felicidad.
Cuando la encontré me aproximé a ella, y nos fundimos en un abrazo, que me reconfortó enormemente.
-Venga vamos a comer por ahí - dijo ella con una divertida sonrisa- Que me da la sensación de que a cierta guarra le van a pitar los oídos jajajaa.
-No te imaginas hasta que punto.- dije mientras, poco a poco me iba alegrando.
Recorrimos las calles de Madrid hasta que llegamos a un típico Vips, un sitio en el que comer bien y barato.
Cuando nos sentamos comenzó nuestra conversación.
-¿Al final que vas a hacer?
+Supongo que si me cogen en el Starbucks, me iré a Londres una temporada larga.- Dije mientras su mirada se llenaba de tristeza.- Pero prometo que volveré, y que mientras tanto te acogeré en mi casa de Londres.- dije para alegrarla mientras una pequeña lágrima surcaba su cara.
-Te voy a echar muchísimo de menos.- dijo mientras se secaba la pequeña lágrima.
+Yo también a ti, y lo sabes- dije mientras desviaba la mirada.

Vale, guay me estaba rayando. Por una parte, me daba muchísima pena dejar a Miriam, ella, siempre había estado conmigo cuando había tenido un problema, y yo siempre había estado con ella, y, ahora yo estaba huyendo de mis problemas, la estaba abandonando. Estaba siendo una egoísta, solo había pensado en mí cuando había decidido irme a Londres, no me había parado a pensar, en ella, en mi familia y en todos aquellos que siempre habían estado apoyándome. Simplemente, había pensado en mí, como de costumbre, no me había parado a pensar en el daño que causaría a los demás.
Estaba confusa, no sabía que hacer, tal vez, debería quedarme, pero la verdad, no sabía que hacer.